En abril de 1980 un grupo de seis cubanos estrella un autobús contra la entrada de la embajada del Perú en la Habana y piden asilo a sus autoridades. En el incidente muere un policía cubano que custodiaba el edificio. Fidel Castro ordena que la custodia a la embajada sea levantada y se esparce el rumor que Perú otorgara visas de salidas a quienes las soliciten. Mas de 10.000 cubanos se amontonan en jardines y salones de la delegación peruana. El gobierno cubano anuncia entonces que levantarán temporalmente las restricciones para la salida del país a aquellos que embarquen en el puerto de Mariel situado a unos 40 kilómetros de la capital. En los días siguientes unas 125.000 personas abandonan la isla. Cientos de presos son llevados a Mariel para que opten por dejar Cuba. Los cubanos residentes en Miami organizan convoyes para ayudar a la huida de sus compatriotas y el rescate de los que flotan a la deriva en improvisadas barcas. El éxodo finalizó el 26 de septiembre de 1980 cuando los últimos barcos zarparon sin pasajeros por orden de los soldados cubanos.