Los enfrentamientos entre monárquicos y liberales dentro de la revolución chilena habían conducido a una virtual parálisis del escenario político. Decidido a resolver la situación el independentista José M. Carrera da un golpe de estado y toma el poder. Con Carrera al frente, el gobierno chileno adquiere un claro sesgo criollo e independentista y establece la igualdad de derechos entre blancos peninsulares y americanos. También estableció los emblemas patrios de Chile, propuso adoptar un rumbo independentista respecto a la corona española e introdujo reformas liberales en el sistema de gobierno.