Un día como hoy, en el año 1918, en Ekaterimburgo, Rusia, el zar Nicolás II, junto con su familia, eran ejecutados por los bolcheviques, dándole fin a la dinastía Romanov, de 3 siglos de antigüedad. Nicolás fue coronado en 1896. Menos de 10 años después, el desastroso resultado de la guerra ruso-japonesa desencadenó la Revolución Rusa de 1905. Esta revuelta finalizó solo después de que Nicolás II aprobara una asamblea representativa, la Duma, y prometiera reformas constitucionales. Sin embargo, el zar pronto se retractó de estas concesiones, lo que aumentó el apoyo popular a los bolcheviques y a otros grupos revolucionarios. En 1914, Nicolás II llevó a su país a la Primera Guerra Mundial, la cual no estaba preparado para ganar. Las duras consecuencias de la guerra probaron la indiscutible ineficacia para gobernar de este zar. En marzo de 1917, luego del estallido de la revolución en Petrogrado, Nicolás se vio obligado a abdicar al trono y los bolcheviques, dirigidos por Vladimir Lenin, tomaron el poder. La familia Romanov recibió la sentencia de ejecución al año siguiente, en los comienzos de la Guerra Civil Rusa, luego de que se llevara a cabo una campaña anti bolchevique por parte del Ejército Blanco.