La Batalla de Siracusa se libró el 9 de septiembre de 412 a. C., entre una agrupación de hombres atenienses y espartanos por la conquista del territorio de de Atenas. La gran ventaja en cuanto a combatientes por parte de los espartanos, les permitió lograr la victoria definitiva en este enfrentamiento. La derrota de los atenienses causó un cambio inmenso en la política de muchos otros Estados. Estados que habían sido neutrales se unieron a Esparta, imaginando que la derrota de Atenas era inminente. Muchos de los aliados atenienses también se rebelaron, y aunque la ciudad comenzó inmediatamente a reconstruir su flota, había poco que pudiera hacer acerca de las revueltas. La expedición y el desastre consiguiente dejaron a Atenas tambaleándose. Aproximadamente 9.000 hombres fallecieron y la democracia ateniense fue derrocada en favor de una oligarquía y el imperio persa se unió a la guerra en el bando de los espartanos. Aunque las cosas parecían horrorosas para Atenas, fueron capaces de recuperarse en pocos años. La oligarquía fue pronto derrocada, y Atenas recuperó su poder.